Convertirse en una organización digital requiere un cambio fundamental en la forma de hacer negocios. No se trata simplemente de instalar unas cuantas soluciones de software, sino que es necesario que todos los empleados de la empresa comprendan y adopten una nueva forma de trabajar. Como todos los procesos que implican la gestión de personas, la transformación digital de la empresa es una tarea compleja. Por eso, te dejamos algunas cuestiones que pueden ayudarte a afrontar el proceso.
En el vocabulario empresarial actual, ¿hay alguna palabra de más “dolorosa” que transformación digital?
Teniendo en cuenta lo grande que es el riesgo que se corre al llevar a cabo este tipo de cambios, es posible que no. Las nuevas tecnologías y los nuevos modelos comerciales están cambiando todos los sectores de la economía. Tienen un poder disruptivo sin precedentes, por lo que pueden resultar amenazantes. Los directivos comprenden la necesidad de aumentar la digitalización de las empresas, pero en muchas ocasiones no saben por dónde empezar.
Los experimentos digitales o las demostraciones que vemos de las diferentes soluciones de software pueden transmitirnos que funcionan correctamente y que el proceso será un éxito. Pero, ¿cómo, exactamente, se consigue que una empresa se convierta en una empresa digital? Para las organizaciones con miles de empleados, miles de millones de activos y modelos comerciales maduros, este es un gran desafío.
¿Sabes dónde está ocurriendo el cambio?
Debido a que la tecnología digital es ubicua y afecta a todos los aspectos del comportamiento del cliente y también a los procesos internos, es difícil saber por dónde empezar. Para simplificar el proceso, recomendamos que los líderes revisen las áreas que tienen los mayores cuellos de botella. Se trata de aquellas tareas donde se está invirtiendo tiempo en gestionar tareas que podrían automatizarse. Para tener una visión más clara de qué procesos tienen un mayor impacto en el negocio es una buena idea analizar sistemáticamente cada elemento y clasificarlos de acuerdo con su relevancia. Lo importante es pensar más allá del propio sector. La disrupción digital no respeta los límites de ningún sector, de la mano de los consumidores digitales, está invadiendo el mundo.
¿Tu equipo tiene capacidad para actuar?
En las grandes organizaciones, siempre hay motivos para no hacer algo nuevo. El miedo a la canibalización o, simplemente, el miedo al cambio, pueden paralizar los nuevos proyectos. Los egos internos o las “batallas” entre diferentes departamentos pueden acabar con el proyecto de transformación digital. Por ello, los equipos y las personas que estén al cargo de la transformación digital de una organización, para ser eficaces, necesitan tener una responsabilidad de empresa real. Es preciso que cuenten con la autoridad suficiente para romper los silos funcionales y, por supuesto, la voluntad de liderar.
Como decíamos, dirigir una iniciativa digital implica acortar los largos procesos corporativos y hacer las cosas con rapidez. Para ello, se requiere contar con presupuestos y recursos específicos, así como con poder de decisión a nivel de director general. Por ejemplo, en una empresa que estaba inmersa en un proceso de transformación digital, los jefes de proyecto eran conocidos como “matadragones”. Así, tenían orden del director general de actuar rápidamente y sin aprobación previa. Aunque suene duro, es el tipo de enfoque que es fundamental para que los proyectos de transformación tengan éxito.
¿Quieres enfocar la transformación digital de la empresa por áreas o por departamentos?
Una transformación digital no es un esfuerzo único, sino un conjunto de iniciativas que se combinan para alcanzar el cambio. El enfoque de “dejar que florezcan cien flores”, en el que cada iniciativa trabaja de forma independiente con un espíritu de experimentación, puede dar resultados interesantes. Pero no es una buena fórmula para extender la transformación digital por toda la empresa. Aunque cada iniciativa sea ejecutada por un pequeño equipo multifuncional y se apoye en un grupo más amplio para las operaciones y la implementación, el éxito depende, en última instancia, de cómo la dirección coordine las diferentes iniciativas a medida que se ejecuten en paralelo. Los ejecutivos deben trazar cada iniciativa asegurándose de que está claramente alineada con la estrategia empresarial general. Después, deben priorizar las distintas iniciativas, determinar las dependencias entre ellas y coordinar los recursos y, lógicamente, el presupuesto. Automatizar las tareas repetitivas en la medida de lo posible, liberando a los directivos, es fundamental para que puedan dedicar más tiempo a los proyectos estratégicos de cambio y crecimiento.
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